El Seol y el Abadón nunca se sacian; Así los ojos del hombre nunca están satisfechos.
sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.
entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente,