Ay de ti, Corazín! Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza.
Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto.
Vino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase.