Y fue la tarde y la mañana el día tercero.
Oye, pueblo mío, y hablaré; Escucha, Israel, y testificaré contra ti: Yo soy Dios, el Dios tuyo.
Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.
Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.