Hijo mío, está atento a mi sabiduría, Y a mi inteligencia inclina tu oído,
Para que guardes consejo, Y tus labios conserven la ciencia.
En las muchas palabras no falta pecado; Mas el que refrena sus labios es prudente.
No te apresures en tu espíritu a enojarte; porque el enojo reposa en el seno de los necios.