Abriré mi boca en proverbios; Hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos,
Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!
Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta.