Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.
Pero al buscar cómo echarle mano, temían al pueblo, porque éste le tenía por profeta.
Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.
Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta.
Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo.
Entonces algunos de la multitud, oyendo estas palabras, decían: Verdaderamente éste es el profeta.
Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. Él les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo.