Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.
Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.