Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos.
Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios.
Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles.
Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos.