Su hacienda era siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y muchísimos criados; y era aquel varón más grande que todos los orientales.
Al que tropezaba enderezaban tus palabras, Y esforzabas las rodillas que decaían.
Yo le contaría el número de mis pasos, Y como príncipe me presentaría ante él.