Porque mis lomos están llenos de ardor, Y nada hay sano en mi carne.
El Seol y el Abadón nunca se sacian; Así los ojos del hombre nunca están satisfechos.
Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír.
Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí.
Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.