Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, Porque a ti oraré.
Reprendiste a las naciones, destruiste al malo, Borraste el nombre de ellos eternamente y para siempre.
Oh Dios, oye mi oración; Escucha las razones de mi boca.
Hiciste temblar la tierra, la has hendido; Sana sus roturas, porque titubea.
Serán despeñados sus jueces, Y oirán mis palabras, que son verdaderas.
Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado;