¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones.
Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte;
sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.
Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo.
Se inclinarán hacia ti los que te vean, te contemplarán, diciendo: їEs éste aquel varón que hacía temblar la tierra, que trastornaba los reinos;
que puso el mundo como un desierto, que asoló sus ciudades, que a sus presos nunca abrió la cárcel?
Todos los reyes de las naciones, todos ellos yacen con honra cada uno en su morada;
pero tú echado eres de tu sepulcro como vástago abominable, como vestido de muertos pasados a espada, que descendieron al fondo de la sepultura; como cuerpo muerto hollado.
Y le rogaban que no los mandase ir al abismo.
El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas.
La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será.
Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano.