Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.
Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial;
pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.