Y lo recogían cada mañana, cada uno según lo que había de comer; y luego que el sol calentaba, se derretía.
Y era el maná como semilla de culantro, y su color como color de bedelio.
El pueblo se esparcía y lo recogía, y lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas; su sabor era como sabor de aceite nuevo.
Y cuando descendía el rocío sobre el campamento de noche, el maná descendía sobre él.