Señor, oye mi voz; Estén atentos tus oídos A la voz de mi súplica.
Porque su Dios le instruye, y le enseña lo recto;
їA quién hablaré y amonestaré, para que oigan? He aquí que sus oídos son incircuncisos, y no pueden escuchar; he aquí que la palabra de Jehová les es cosa vergonzosa, no la aman.
Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.
Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño;