Nuestra alma espera a Jehová; Nuestra ayuda y nuestro escudo es él.
Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la venida de Tito;
y no sólo con su venida, sino también con la consolación con que él había sido consolado en cuanto a vosotros, haciéndonos saber vuestro gran afecto, vuestro llanto, vuestra solicitud por mí, de manera que me regocijé aun más.
Por esto hemos sido consolados en vuestra consolación; pero mucho más nos gozamos por el gozo de Tito, que haya sido confortado su espíritu por todos vosotros.