Y llegaron los días de Israel para morir, y llamó a José su hijo, y le dijo: Si he hallado ahora gracia en tus ojos, te ruego que pongas tu mano debajo de mi muslo, y harás conmigo misericordia y verdad. Te ruego que no me entierres en Egipto.
Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas.
Pasa aquí la noche, y cuando sea de día, si él te redimiere, bien, redímate; mas si él no te quisiere redimir, yo te redimiré, vive Jehová. Descansa, pues, hasta la mañana.
Y diez días después, Jehová hirió a Nabal, y murió.
Así murió Saúl en aquel día, juntamente con sus tres hijos, y su escudero, y todos sus varones.